No siempre se tiene la misma fuerza ante lo que sucede en la vida. Por más entrenamiento que se tenga para ganar batallas o para soportar embates de individuos malintencionados, de circunstancias injustas o de pagas excesivas, siempre se darán los momentos de flaqueza. No hay que pensar que se es indestructible, y mucho menos hay que tener como meta el ser completamente inmune a todo daño, porque tal cosa es como querer ser perfecto. Tener tal meta es el preludio de una vida de sufrimiento perpetuo. La fragilidad es parte de la vida y debe ser valorada.
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